Romanos
8:15-17
15. Ustedes
no recibieron un espíritu que los haga esclavos del miedo; recibieron el
Espíritu que los adopta como hijos de Dios y les permite clamar: “Padre, Padre”
16. Porque el Espíritu mismo le asegura le
asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
17. Y como somos sus hijos, somos herederos:
Herederos de Dios y coherederos junto con Cristo. Pero si compartimos su gloria, también hemos de participar en sus
sufrimientos.
La adopción en la cultura romana, es
cuando una persona adoptada perdía todos sus derechos en la familia anterior y
ganaba los derechos como hijo legitimo en su nueva familia. En el diccionario español define la adopción
como un acto jurídico donde un adulto toma como propio a un hijo que no es suyo, con el
fin de establecer con él una relación paterno-filial con idénticos o análogos
vínculos que resultan de la procreación.
De esa misma manera cuando aceptamos a
Cristo en nuestro corazón, ganamos todos los privilegios y responsabilidades de
un hijo de Dios.
Tenemos el privilegio de ser hijos de Dios,
ya nos ha dado sus mejores regalos que
son: su único Hijo, la compañía de su Espíritu, su perdón, la vida eterna además
nos garantiza que sus promesas serán verdad en tu vida y en la mía. En estos momentos quiero hacer unas preguntas
¿Si Dios nos ha adoptado como sus hijos y ya nos dio sus mejores regalos, tú
crees que es posible que suframos por lo que tanto anhelamos? Sabiendo que si ya nos dio lo mejor ¿cómo
podemos pensar que no nos dará lo que es añadidurá a nuestras vidas? Lo que le
estamos pidiendo es insignificante a todo aquello que Él quiere para nosotros.
Tenemos responsabilidades como hijos
de Dios y es ser obedientes a su Palabra,
creer y confiar
incondicionalmente en Nuestros Señor Jesucristo.
Oremos:
Padre amado, te amo, gracias por
adoptarme y darme tu amor incondicionalmente y hacerme tu hijo legítimo, mil gracias ¡Abba, Padre!; ahora ayúdame y
concede los anhelos de mi corazón mi amado Papá. Amén.
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